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Día de Muërtös en Pátzcuaro: La tradición cobra vida en Michoacán

🔸 Pátzcuaro está profundamente conectado con las tradiciones purépechas, en la que la cosmogonía y narrativas unen el mundo de los muërtös con el de los vivos en estos días.

#MICHOACÁN | El Día de Muërtös es una de las tradiciones más importantes de México, porque es una que se celebra en todos los puntos cardinales de este país (como en Pátzcuaro). En cada rincón, desde finales de octubre y los primeros días de noviembre, el interior de las casas se adornan con altares, extendiéndolos a los panteones, donde se iluminan y adornas con velas y flores de cempasúchil, con la intención de mostrar el camino de regreso y de vuelta de las ánimas.

Dependiendo de la región en la que te encuentres, los dulces y las canciones pueden variar, pero a las tradiciones del Día de Muërtös no las divide nada de eso, al contrario, las une porque es un sentimiento, un pesar que se reviste de alegría al reflexionar que, mientras que aquellos que se fueron antes que nosotros se han deslindado de su presencia física, el poder de la memoria es lo que los mantiene vivos.

Y es que de eso se trata el Día de Muërtös: de no olvidar.

Por su historia prehispánica, Pátzcuaro está profundamente conectado con las tradiciones purépechas, en la que la cosmogonía y narrativas unen el mundo de los muertos con el de los vivos en estos días.

Como mencionamos, hay muchas culturas y destinos que evocan esta fiesta de la memoria. Como parte de sus celebraciones, uno de esos lugares es Pátzcuaro: un pueblo con siglos de historia, que fue fundado por Don Vasco de Quiroga, pero con una herencia que precede a la llegada de los españoles. Aquí, la Noche de las Ánimas (que es del 01 al 02 de noviembre) cobra un significado especial, porque es cuando las familias acuden a los panteones a velar a sus muertos con ofrendas hechas de flores, dulces y bebidas que espantan (aunque sea un poco) la tristeza.

Esa noche se les ve andando en procesiones o en canoas que iluminan con velas que van poco a poco recorriendo el lago de Pátzcuaro, mostrando un camino que conecta lo terrenal con el más allá. Las familias navegan de forma cautelosa a la isla de Janitzio para decorar las tumbas con flores, velas y ofrendas, y también realizan una procesión hacia el panteón al sonido de las campanas. Claro que como en cualquier festividad, esa no está completa sin una comida especial, y para Pátzcuaro, entre muchas otras cosas, es el pato, criado en la zona y que se elabora con especias y otros detalles que lo hacen tener un sabor único, pero tomados a través de la ceremonia de Kuirisï-Atakua.

Como sabemos, los panteones de México se llenan de flores de cempasúchil, una flor que solo aparece durante esta temporada del año, y de la que se cuenta que ayuda a las almas a ver el camino y a ser recordados. Pero para aquellos que se han perdido en la memoria, las personas también elevan sus altares como un gesto noble que les muestra que ellos también pueden ser recordados.

Además de los adornos, los sabores y las memorias, existen ciertos rituales en momentos y días del año que invocan la llegada de las ánimas en Pátzcuaro. Prueba de ello es un video reportaje elaborado en blanco y negro en el que se documenta la ceremonia de Kuirisï-Atakua, en la que hombres de distintos pueblos, se dan cita en el lago de Pátzcuaro al amanecer del 31 de octubre, pues en la tradición predecesora, ellos eran los que solían salir a cazar con elementos como la fisgas o el átlatl a los patos, con el fin de llevarlos a casa y celebrar la llegada de los difuntos. Actualmente, es una ceremonia llevada a través del baile que une a los integrantes de toda la comunidad, sin importar género ni edad.

Los relatos orales documentan que en la noche del 1 de noviembre, durante la vigilia a las ánimas, si escuchas el lamento de una mujer en Pátzcuaro, es Mintzita, una mujer que se lamenta. Se cuenta que Mintzita se encontraba enamorada de Itzihuapa (heredero de Janitizio), un hombre de corazón noble. Ellos no pudieron estar juntos porque los españoles los separaron al llevarlos a circunstancias en las que se debatían entre la vida y la muërtë de sus seres queridos. Se cuenta que los españoles tomaron preso al padre de Mintzita, y ella, para liberarlo, ofreció un tesoro que se encontraba debajo de las aguas, entre la isla de Janitzio y Pacanda.

Se narra que ella le pidió su ayuda a su amado y él fue en balsa hasta el punto del tesoro; Itzihuapa estaba cerca de alcanzar el tesoro, pero 20 sombras que eran los guardianes de dicha presea, tomaron a Itzihuapa, convirtiéndolo en el número 21. De hecho, se cuenta que la campana de Janitzio suena para llamar a Itzihuapa, para traer fugazmente su sombra a la vida para que vuelva a encontrarse con Mintzita, aunque sea por unos instantes. Se cuenta que se ven ahí, entre el fuego de las velas que hay en el panteón.

Entre leyendas orales, cuentos, velas y flores, se pasa la noche en el panteón a la par de la merienda que se le deja a los difuntos y la que traen los vivos. Uno de esos platillos son los uchepos (son tamales de elote elaborados de forma artesanal en Michoacán), las corundas (otros tamales que tienen una forma triangular, elaborados con hechos de maíz, manteca, leche y sal, que se envuelven en hojas de caña de maíz), y claro: el típico pan de muërtö.

Estos días, se une la vida con la muerte para recordarnos que todo son ciclos, procesos, memorias, pero que el amor perdura más allá cuando se lleva en recuerdos y tradiciones que nos hacen regresar con todo aquello (y aquellos) que nos definen, después de todo, esa es una lección que nunca se va: el valor de trascender.

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